Me culpas porque nunca pude ni quise
en tu vórtice de dramas caer;
me preocupan también los matices
cuando no me pretenden corroer.
No podría hacer cualquier cosa
con tal de hacerte feliz;
nunca fuiste frágil mariposa
y por esa razón te escogí.
Y me apuntas con una pistola
de lirismos cargados de ruindad
obviando todas las noches de amapola
en las que yo, quizás, te pude amar.
Y me disparas algún que otro verso
con la firme intención de matar:
no aprecias que en tu desprecio
queda impresa tu mala voluntad.
Me derramas y me pisoteas
para poder soñarme incierto,
aniquilas con ese insulto
aquello que parecía perfecto.
Lo describes como un infierno
porque no supiste verlo;
Son mentiras que te has contado
para poder excretar otro cuento.
Este es mi último poema,
no te voy a escribir más.
Has asesinado lo bello
Muy bonitos versos, descarnados en noches de vigilia, olores macerados en vino y rosas.
ResponderEliminarBelleza sacada de un trozo de carne podrida. Eres arte.